20 Dic Hazlo por ella/él
Jordan B. Peterson menciona en su libro Las 12 reglas de la vida que en su experiencia clínica ha encontrado que las personas que suelen ser más descuidadas de sí suelen tener cuidados intensos y sumamente rigurosos con sus mascotas. Seres vivos frágiles, vulnerables y pequeños. Muy probablemente nos proyectamos y nos identificamos con ese ser tan dependiente, a veces herido, pequeño y débil. Tal vez quisiéramos que nos trataran de la misma manera y se nos amaran tan desinteresadamente cómo un perro ama a su dueño o como una persona ama su mascota.
En el arte, en la enfermedad, en los propósitos, en las metas, en cualquier cambio o acontecimiento que vivimos estamos acompañados de otros con los que nos podemos identificar, acompañar, corregir y hacer múltiples acciones para crecer mutuamente. Entre los artistas se comparten sus proyectos y canciones para recibir opiniones de otros, los enfermos van a un grupo de terapia grupal, los estudiantes se enseñan entre si temas que no domina el otro. El acompañante, a pesar de no estar en nuestra misma situación, hace más llevadera nuestra vida gracias a que disminuye la carga de las frustraciones que se comparten a diario, estimula la empatía y hay un cuidado mutuo correspondido que se retroalimenta.
No es raro que grupos de viudas y adultos mayores renten y hagan espacios comunes para acompañarse y vivir los últimos años de su vida. Así como quienes sufren de consumir drogas y alcohol de manera crónica se acompañan en sus sufrimientos y luchas. Incluso entre los reos, el peor castigo es separarlo de la comunidad o de los grupos de reos (aunque en ocasiones haya batallas campales entre ellos de vida o muerte), pues la soledad sumada a la privación de la libertad es una tortura psicológica, emocional, física y mental. Aunque a veces no lo parezca: no estás solo. Hay un par de personas, el algún lugar, con ese común denominador que hiere tu talón de Aquiles. Más cerca de lo que crees. Mucho más cerca.
Esta es mi propuesta: cuando te sientas listo, el momento en que te sientas preparado, comparte tu experiencia. Habla de lo que te duele, de lo que te acongoja, de lo que sientes que es cómo escalar una montaña. Seguramente saldrán varios que juzgaran lo que compartes, personas que no son susceptibles al dolor y que quieren negarlo e ignorarlo. No es nada raro que juzguemos la manera en cómo los otros viven sus luchas.
Verás que con el tiempo habrá alguien que se identifique con tus sentimientos. Que serán más los ‘’miserables’’, los ‘’tristes’’, los ‘’indefinidos’’. Ya verás que cada día se añadiría alguien nuevo al club y habrás creado tu propia secta, que, aunque separada, identificaras todo aquello que ocultan las personas que comúnmente ves en las calles. Todos tienen sus batallas personales.
Encuentra un compañero o compañera de confianza, alguien con quien puedas estar en constante comunicación y puedan acompañarse. Alguien con quien te identifiques. Invítalo por un café o a comer, dile cuanto lo has admirado, hagamos normal ser fan de quien nos rodean. Pregúntale si ya ha tomado su medicamento, hazle saber que estarás disponible para escuchar sin juzgarlo. Comparte tus dolores, tus escritos, tus canciones y escucha conscientemente lo que él tiene por decir.
Tener quien proteja tu espalda es sumamente útil. Todos necesitamos a alguien. Envíale un mensaje para saber cómo se siente, pregúntale en qué está trabajando o qué trae entre manos, deséale que todo vaya viento en popa. Hazle saber que estás para ella o él. Un amigo es una luz brillando en la oscuridad, como diría Enanitos Verdes.
Comprométanse el uno al otro. Hagan el compromiso de no autolesionarse, de no hacer nada descabellado en contra de su vida, prométanle al otro intentar ver por sí mismo y considerar pedir ayuda a un profesional. Den la palabra de que harán alguna canción, escrito, dibujo, lo que gusten, y que tomarán un tiempo juntos para ver lo que el otro creó; propónganse estudiar un tema diferente para explicarlo, díganse que corregirán uno el escrito del otro de la manera más noble posible.
El acompañamiento es básico para desarrollar sentimientos de empatía, de pertenencia, para hacer las cargas cotidianas más llevaderas y poder expandir nuestros conocimientos. Es útil para sembrar esperanza y para jamás sentirse abandonado. Nadie debe de estar condenado a luchar completamente solo. Ten interés genuino por tus cercanos. En los días de tormentas, en los días grises, cuando aún hay nada, recuérdalo y cualquier idea que se te cruce en el camino que te pueda herir o detener, sánala y date alivio pronto. Si no lo haces por ti, puedes considerar hacerlo por él/ella.
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